Por Juan Manuel Delgado
El suceso se convirtió en leyenda. De generación en generación los cialeños la cuentan. La leyenda es tan antigua que se remonta a los primeros años de la década de 1820, antes del 1828. Eran los primeros años de la fundación de Ciales.
Para esta época los caminos eran escasos. No fue hasta el 1827, a raíz de ocurrir la tormenta San Jacinto, que los vecinos de Ciales repararon las calles, caminos y desagues del pueblo. En 1828 comenzaron el empedrado de la calle principal y repararon la plaza. Con mucho entusiasmo ese mismo año, repararon el Camino de la Cuesta y el de la Quebrada Sanamuertos, que ya tenía ese nombre para esta fecha. ¿Por qué surgió el nombre de Sanamuertos? Esta es la leyenda.
Un día de esos años tan difíciles, decenas de campesinos cargaban un muerto camino a la iglesia. Desde muy temprano en la mañana habían partido desde lejanas tierras del extinto Hato de Yeguadilla, por el sitio de Frontón.
Trasladar el cadáver hasta la entrada del pueblo había sido una odisea. La odisea de siempre: un largo peregrinaje de veinte kilómetros de distancia internándose en un bosque cerrado de capaes y cedros. Viaje de piés descalzos por trillos de bache y fango, muy resbaladizo en tiempos de lluvia. Era la excepción algunos tramos de trillos pedregosos existentes en el área de los farallones del barrio Cuadrillera. Desde esa zona, hasta mas allá de la cuesta del Descanso, la mayoría del trayecto era un escarpado trillo que sevía de chorrera a los que rodaban risco abajo al ocurrir el primer resbalón
Ante este ambiente geográfico tan adverso los entierros solo podían realizarse mediante un gran esfuerzo colectivo, donde cooperaban familiares y amigos. En cada tramo del trillo una cuadrilla relevaba los extenuados cargadores. De esta forma, entre relevo y relevo, pudo llegar el entierro a la entrada del pueblo. Al llegar la marcha fúnebre a la parte baja de la naciente villa se detuvo a realizar otro relevo. Se aprovechó el descanso para cambiar el muerto de canoa. El pesado cuerpo ameritaba cambiarlo de la barbacoa al yuguillo. Al finalizar la tarea se inició la marcha hacia la conquista de la empinada cuesta.
Era el último tramo. La tristeza embargaba a los acompañantes. Los familiares lloraban y pedían fortaleza y resignación al Cielo. Algunos elevaban sus rezos al Patriarca San José de los Ciales. Otros lo hacían a su Patrona, la Virgen del Rosario. Los vecinos se solidarizaban con las letanías y ayudaban a escalar la cima a a los mas débiles.
Mientras, tanto, los cargadores sudaban la gota gorda. Entre tropezón y tropezón pensaban en el muerto. Recordaban la supertición de antaño que dice que el muerto aumenta de peso y hace su carga mas pesada porque no quiere llegar a la tumba. El recuerdo de estas cosas los perturbaba. Era como recordarle que "a cada puerco se le llega su navidad."
A mitad de cuesta, el cansancio los vencía. Se detuvieron a pedir relevo. Los nuevos cargadores, jóvenes muy fuertes y descansados, continuaron con mucho ímpetu. Los dos del frente repecharon con tanta fuerza que obligaron a los de atrás a doblar rodillas. Ante movimiento tan brusco la canoa se inclinó y la caja del muerto fue a estrellarse contra una piedra localizada a la orilla del camino. El impacto abrió la caja y el cuerpo inerte cayó a un charco de la quebrada que bordea el camino.
La cara del muerto se sumergió en el agua. Dicen que fue hasta el fondo y besó la tierra. El cuerpo se levantó y brincó rápidamente a sacudirse como el que busca aire. Nadie esperó explicaciones. Todos se fueron corriendo. Los gritos sirvieron de eco al tropel causado por la muchedumbre. Los mas valientes se quedaron desde lejos contemplando al "muerto" que quedó mas sorprendido que todos los que huyeron.
Después vino la calma. La lógica religiosa le adjudicó poder curativo a las aguas de la famosa quebrada. El poder curativo suficiente como para sanar a un muerto. Desde esa fecha la tradición recuerda el hecho en la toponimia cialefia con el nombre de la "Quebrada Sanamuertos."
Esta leyenda forma parte de la obra Cuentos y Leyendas de Ciales
(inédita) del autor.
Arte por Angel M. Rodríguez
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