La Casa Pintueles

Por Lcdo. Manuel Martin Maldonado

Durante la segunda mitad del siglo XIX gran parte de la actividad comercial y económica de la isla estaba regida por poderosas casas comerciales. Estas funcionaban en la mayoría de los pueblos del interior del país donde se desarrollaban y desenvolvían a la par con el proceso agrícola y ganadero.

Para mediados del siglo XIX mas de la mitad el territorio del país se conser-vaba como bosques y la agricultura del interior sufría una transformación de una agricultura de consumo a una agricultura para la producción de café para la exportación.

Gran parte de la agricultura se desarrollaba a través de las famosas haciendas, grandes centros agrícolas con extensiones entre 500 a 1,000 cuerdas. Aunque un gran número de puertorriqueños se dedicaban a la agricultura en pequeños predios, las grandes haciendas estaban en manos de mayorquines y canarios, quienes se dedicaron principalmente a la agricultura. En este ambiente allá para los años 1850 se establece en Ciales un asturiano de nombre Manuel Fernández Alonso quien fundó la primera casa comercial dedicada a la exportación de café.

El establecimiento de esta casa dio paso a la fundación de la Casa Pintueles, un emporio comercial del país. La fundación de esta casa trajo consigo la llegada a Ciales de varios asturianos quienes se integraron a las actividades de la casa y mas tarde se establecieron en sus propias actividades comerciales. Mediante el sistema establecido los emigrantes asturianos llegaban jóvenes, entre las edades de 13 a 18 años y venían consignados a las casas comerciales donde quedaban subordinados y sujetos a los deseos o mandatos del dueño. Estos jóvenes hacían casi toda su vida en las facilidades de la empresa. Para ellos no había horario de trabajo, dormían en la trastienda y tomaban sus alimentos en el comedor para los empleados.

Manuel Fernández Alonso contrajo matrimonio con una hija del país de nombre Guadalupe Vega Martínez y en este matrimonio procreó seis hijos de nombre Ma-nuel, Ricarda, Antonio, Eduardo, Fernando y Carmen Fernández Vega.

Uno de los empleados de la Casa, el tambien asturiano Fernándo Pintueles llegó a ser por su disposición y carác-ter primer dependiente y hombre de con-fianza de su fundador. Al cabo de los años contrajo matrimonio con la hija mayor del dueño, Ricarda, llegando a ser socio de la Casa y finalmente, al retiro del fundador llegó a ser dueño principal de la misma, cambiando ésta el nombre de Fernández & Cia. a F. Pintueles & Cia. y finalmente a Scrs. de F. Pintueles & Compañía.

Ciales era para aquel tiempo un pequeño pueblo del interior de la isla; dos ríos así como una cordillera de montañas le rodeaban. El pueblo consis-tía principalmente de dos calles paralelas así como otras transversales. Sus barrios principales: Jaguas, Frontón, Cialitos, Hato Viejo, Cordillera, Pozas, y Pesas eran ricos en la producción de café. En los valles del río Toro Negro y Cialitos, a las afueras del pueblo, la Casa mantenía grandes hatos de ganado.

Las facilidades de la Casa ocupaban casi el centro del pueblo. Estas consis-tían en las oficinas principales, la tahona con sus grandes bombos y maquinaria movida a vapor, los almacenes, las cuadras y talleres, la residencia principal del dueños frente a la tahona y los albergues para empleados.

Para principios de siglo la producción de café había tomado auge. La Casa Pintueles mantenía sus agencias comerciales en la Habana, Valencia, Barcelona y otras ciudades en Europa. Cuando uno de estos agentes hacia una orden (200 sacos de café de 100 kilos), y esta se confirmaba por cable, dependiendo de el volumen de la orden, se movilizaba toda la organización de la Casa para cumplir con el embarque. Se enviaban compradores a los distintos barrios, se le echaba mas leña a la caldera para mover los bombos, se reclutaba mas personal (50 a 100 mujeres) para el escogido, pulido y envase del café hasta que finalmente estaba listo para salir en los grandes carretones tirados por mulas hasta tomar el tren en Manatí con destino a los muelles de San Juan y de allí a Europa. Eran los tiempos en que el café de Puerto Rico se cotizaba como el mejor café, cuando la cocina del Vaticano se suplía del café selecto de Puerto Rico y en Barcelona y en Madrid se pregonaba con orgullo que se vendía café de Puerto Rico.

Edificios que pertenecieron a la Casa Pintueles, "La Tahona", en la calle Muñoz Rivera (mayo de 1971)

Al retiro del fundador, Fernando Pintueles amplió y diversificó las actividades de la Casa. Se estableció un almacén y tienda de comestibles y mercancías. En ella se encontraban diversos productos y artículos de consumo para las Haciendas, como quinqués, azadas, machetes, picos y sogas. Todo tenía un sitio en la tienda; los barriles de bacalao y tocino, las ristras de ajo, las estibas de arroz y los fardos de tasajo. De el almacén se surtían a su vez las tiendas de las Haciendas y era frecuente ver en la calle frente al almacén los trenes de 10 a 15 mulas descargando café y otros productos para regresar cargados de arroz, bacalao, tocino y otros comestibles.

Ya. a principio de siglo se encontraba entre los empleados y dependientes de la Casa otro asturiano de nombre Elías Torre, hombre caballeroso y justo, quién tuvo la suerte de obtener un premio en la lotería de Santo Domingo y al invertirlo en la Casa vino a ser socio de la misma. Don Fernando Pintueles, hombre listo y de carácter supo apreciar las dotes de trabajo de Elías y allá para 1910 se concertó la boda de Elías y Ramonita, hija mayor de don Fernando. En esta forma se aseguraba la continuidad y seguridad de la Casa, ya que los hijos varones habidos en la familia del fundador y en la de su yerno preferían disfrutar de la fortuna de sus padres y dedicarse a otras actividades y menesteres en Madrid.

Al transcurrir los años los negocios de la Casa llegaron a incluir además de la crianza y venta de ganado, negocios de café, compra y venta de productos del país, tienda de comestibles y mercancía y despalillado, escogido y venta de tabaco a los Estados Unidos.

Don Fernando fue reduciendo sus actividades en la Casa y ya para el 1912 ha-bía delegado gran parte de sus funciones en su yerno Elías. Sus estadías en España se fueron haciendo mas largas. Construyó una gran casa en Miyares, su aldea natal y solo regresaba a Puerto Rico anualmente o cada dos años, para ver como marchaban las cosas y llevar de regreso parte de sus ganancias, después de llevarse a efecto los balances anua-les poco antes de Navidad.

Elías Torre conocía de los sacrificios y visicitudes porque pasaban el grupo de jóvenes emigrantes que trabajaban y vivían en la Casa como dependientes y empleados. Algunos con suerte, y debido a su parentezco con los jefes, lograron que se le mandara a los Estados Unidos para seguir carrera de perito mercantil y otros pudieron adquirir algunos conocimientos a través de estudios nocturnos que ofrecían profesores de la localidad.

Al producirse la primera guerra mundial los negocios de la Casa florecieron lográndose grandes ganancias. Elías creyó propio interesar a varios de sus dependientes y empleados ofreciéndole un cinco por ciento (5%) sobre los benefi-cios de la Casa mas su sueldo. Pero esta bonanza no duró mucho y llegó el año 1918 con su gran depresión, los mercados mundiales se cayeron y se suspendieron las órdenes y embarques. Varios lotes de tabaco que se encontraban en los muelles de New York no fueron levantados por sus comparadores. La Casa perdió grandes cantidades de dinero al tener que subastarlo por mucho menos de su valor.

Ante esta crisis, Don Fernando, sintiendo ya el peso de los años, decidió hacer su último viaje a Puerto Rico para salvar todo lo que fuera posible de la empresa. Haciendo muestra de el vigor y la determinación de sus mejore años, reunió a los interesados y empleados de la Casa y después de analizar la situación les dió instrucciones de que prepararan sus monturas y partieran a los distintos barrios para visitar las haciendas y gestionar el cobro de las cantidades adeudadas. Por espacio de meses los cobradores de la Casa visitaron a los distintos hacendados, viendo cuanto café o ganado había disponibles. Los trenes de mulas bajaban de los campos cargados de café, así como peones trayendo ganado para abono a las cuentas. Se superó la crisis; pero la casa no recobró el auge de los mejores tiempos. Don Fernando volvió a España para no regresar. Elías Torre y su familia habían marchado antes, tratando de mejorar de un delicado estado de salud del cual no recuperó.

La Casa quedó en manos de algunos interesados quienes al ver perdidas sus ganancias se dedicaron a otras empresas. Uno de ellos permaneció actuando casi como un síndico liquidador, hasta que finalmente, habiéndose desprendido de las propiedades que quedaban, la Casa desapareció. Aún permanece en Ciales la Casa solariega y vestigios de aquella grande empresa como mudos testigos de una época próspera y feliz.
 
 
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