Y la luz se hizo

Por  Francisco Vicéns   pacovic@coqui.net

Alrededor del año 1912 vino a trabajar a Ciales un joven tenedor de libros asturiano, hijo de un ingeniero de la ciudad de Villamayor, llamado Enrique González González. Este joven peninsular, que se llamaba igual que su padre, abrigaba un sueño. Los compañeros de trabajo de Enrique González, hijo, se rieron de él al ver que en uno de los viajes trajo consigo una lámpara eléctrica de lágrimas y una "Tiffany".

En ese entonces en Ciales no había luz eléctrica. Sin embargo, ya para el año 1918, un grupo de personas interesadas formaron una empresa para generar electricidad con el agua del Río Cialitos que corre aún, con la serenidad de los siglos por la hondonada de la Cordillera. Entre estos ciudadanos visionarios que aportaron capital y talento para la obra estaban Doña Sofia Reventós de Martínez, el licenciado en leyes Valentín Polanco, don Ovidio Lamoso, padre, don Rafael Fabián, dueño de la Bayamonesa y la Mallorquina y don Enrique González como administrador, ingeniero práctico, contratista y a veces electricista y cobrador del servicio. La compañía se llamaba Compañía Hidroeléctrica de Ciales. Diseñaron y montaron el sistema un tal ingeniero Anglada de Mayagüez y un ingeniero francés de apellido Raquet. El Sr. Catalino Maceira era electricista en jefe. La persona que nos proporcionó la mayor parte de los datos, que aún vive, Don Hilario Allende Santos de 81 años, era electricista práctico en la planta.

Don Enrique González (1916): En la foto Ángeles, Carlos y Enriquito González Correa

Desde los años que estudiaba el primer grado en la escuelita de Sonadora, por el 1940, recuerdo que la "casa de la planta" se veía en el río desde la carretera Num. 146 a la altura del kilómetro 26.4. Desde niño soñaba con ir a ver las máquinas ya destruidas por la herrumbre. Lo vine a hacer 40 años más tarde, acompañado de mis hijos y un amigo de la Sociedad Ciales Histórico, el profesor NoeI Rodríguez Cristóbal.

El sistema comienza en el barrio Cordillera con la represa, que ha sido la piscina comunal de muchas generaciones de muchachos del barrio. Allí aprendimos a nadar y a pescar camarones, allí pasamos muchas de las horas más felices de nuestra niñez, adolecencia y adultez.

La represa es una muralla de concreto armado de cerca de 40 pies de largo, 3 de ancho y cerca de 18 pies de altura en la parte más alta. En un lado hay una casilla de concreto desde donde se controla el flujo de agua o abría la represa para limpiarla por medio de dos compuertas de acero accionada por un mecanismo de tornillo sin fin.

De un extremo de la represa, parte el canal que es la obra más fascinante de todo el sistema. El canal mide aproximadamente 3 pies de ancho y 3 pies de hondo, con paredes y piso de concreto armado empañetado para evitar la fricción del agua. Se extiende más de un kilómetro y medio a lo largo de la barranca del río, hasta la caja de agua que está más o menos a 35 pies sobre la "casa de la planta".

El canal tiene varios puentes bien construidos. Serpentea por el borde del barranco, cruzando pasos difíciles. Hay más de dos quebradas que son cruzadas por el canal. En estos casos el puente fue cubierto por una loza de concreto para que la quebrada corriera por encima. El canal tiene dibujos en el epañetado según se colocaban las piedras que refle-jan una preocupación no sólo por la soli-dez sinó también por la estética de la obra.

La construcción del canal debe haber sido una obra difícil. Recogiendo arena en el río, bajando sacos de cemento, uno a uno desde la carretera, por la finca de don Francisco Crespo. Nos dice Juan Sánchez Cruz (Faraón) de 97 años, que el trabajó en la construcción del canal pero no recuerda cuanto le pagaban.

Nos relata que él estaba débil y "jincho" y que se enfermó de tanto cernir arena del río. Dice Faraón que una vez se cayó por un risco con un saco de cemento en la cabeza y que se salvó de morir estrellado en las rocas por unos bejucos que lo envolvieron. "El saco cayo esbaratao, nos relata Faraón, y yo me quedé colgao de un bejuco".

La caja de agua era donde se acumulaba el agua para la caída. Esta no era muy grande, aproximadamente tenía 5 pies de ancho, con tapa, 10 ó 12 pies de hondo y como 8 ó 10 pies de largo. Cuando el equipo funcionaba tenía una malla para recoger la basura y alguno que otro camarón que bajaba por el canal. El mallero ganaba $ 15.00 mensuales. Uno de los malleros se llamaba Ramón Gutierrez. De la parte inferior de la caja de agua descendía el tubo de hierro, hoy destruído por el tiempo, de cerca de 24 pulgadas de diámetro hasta la parte posterior de la "casa de la planta".

La "casa de la planta" es un local de concreto armado con dos ventanas y una puerta con un techo de zinc de cuatro aguas que todavía se conserva en parte. Mide 18 X 18 pies y está cerca del río. Tenía una estructura más pequeña al lado construida a propósito para colocar la máquina #2, que era de segunda mano y fue traída al año de instalar la primera.

La turbina, y los dos generadores están destruídos y llenos de herrumbre por el suelo mojado. Cada generador medía más de tres pies de alto y generaba, según don Hi-lario Ayende, 1,350 voltios de corriente alterna. Había un transformador en la planta y otro en el pueblo. Los generadores echaban a andar por medio de una correa acoplada a la turbina en una forma completamente rústica. Funcionaban, uno alternán-dose un día si y otro no, desde las 6:00 de la tarde hasta las 6:00 de la mañana.

Al principio daba luz solamente para el alumbrado público. Luego, poco a poco, fueron dándole luz a las casas de familias mas pudientes en el pueblo. Dice don Hilario que el trabajó en la instalación eléctrica de la primera casa que fue la de mi abuelo Juan Vicéns. Nos informa el Sr. Carlos Vicente González, hijo de don Enrique, que se cobraba 35 centavos por bombilla. Naturalmente, había gente que se robaba la luz.

Dice don Hilario que aprendió el oficio de electricista práctico con el primer cine que vino a Ciales que funcionaba con un generador de gasolina, pues todavía no había luz. Además, informa don Yayo, que con frecuencia la turbina se dañaba porque entraban camarones e hicoteas del río y había que pararla para limpiarla.

Ultimamente, para cuando dejó de funcionar la planta, alrededor de 1930, a don Hilario le pagaban $30.00 mensuales. Al aumentar la demanda de luz por las instalaciones de la planta de hielo y por los motores de las panaderías, los generadores se dañaban con frecuencia y tenía que venir un mecánico de Manatí, que se llamaba Catalino Rosario, a reparar los embobinados que se quemaban por la mucha demanda de energía electrica.Actualmente, don Hilario se entretiene en su casita del barrio Jaguas, con sus proyectores de cine casero, sus cámaras, sus abejas y sus recuerdos.

Cuenta Manolín González, hijo de don Enrique, que había un teléfono desde su casa hasta la planta y que muchas veces cuando se dañaba el equipo llamaban a don Enrique a altas horas de la noche y éste tenía que ir a caballo a resolver el problema.

En una ocasion en el 1923 en que la Sra. Gracia Miranda, hija de don Ramón Miranda, fue a llevarle café a los electricistas, decidió lavarse la cabeza en el chorro de la turbina, se le enredó la cabellera larga en la polea de la maquina la cual le arrancó el cuero cabelludo. No obstante, sobrevivió y tuvo varios hijos.

"La casa de la planta" con sus máquinas herrumbrosas, el canal con sus puentes van siendo tragados por la maleza que bordea el Río Cialitos. La represa, como charco donde seguirán aprendiendo a nadar muchas generaciones mas de muchachos de la Cordillera durante el verano, seguirá allí para siempre. La gran hazaña de aquel grupo de emprendedores cialeños y peninsulares permanecerá siempre como mudo testigo de una época pasada. Para que no queden totalmente olvidados estos retazos históricos deseamos consignarlos a Ciales: Ayer y Hoy, en honor a sus protagonistas quienes dejaron su huella en el perfil de la historia del progreso de Ciales.

Don Enrique González, quien además era aficionado a la fotografía, le debemos las fotografías antiguas que aparecen en este artículo. También hay que darle crédito por haber dirigido varias obras importantantes en el pueblo de Ciales entre ellas, la plaza de recreo con sus instalaciones eléctrica, el cementerio, la instalación del primer reloj eléctrico del templo católico y el adaptar las lámparas de velas de éste a la luz eléctrica.

Estos datos se obtuvieron en entrevistas con don Hilario Allende, electricista práctico, Manolín y Carlos Vicente González, hijos de don Enrique, Juan (Faraón) Sánchez Cruz y mediante la visita que hice a la "casa de la planta" que todavía está allí como evidencia de un sueño realizado.
 
 
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