Figuras, Figurillas...Estampas y Estampillas de mi Pueblo: el Teléfono Público

Por Luis F. Martorell
 

Evocando mis días de niño cuando nos mudamos a Ciales, me veo caminando con mi madre en la Calle Principal. Vagamente recuerdo una noche en que mi madre me llevó con ella a hacer una llamada telefónica. Entonces Ciales tenía un sólo teléfono, y era el “público”.

La oficina estaba en una habitación que dababa a la calle Palmer en la casa de doña Pura y don Turín De Jesús. La telefonista era Belén Prado. Mi madre era amiga de Belén ya que ambas familias se conocían pues residieron en Vega Baja de donde Belén era oriunda. También había un parentezco lejísimo. Un tío o primo de Belén estuvo casado con tití Carmen Martorell, hermana de mi padre.

Años mas tarde Belén se trasladó con su teléfono frente a la plaza de recreo, sitio estratégico pues la plaza era entonces el centro de comunicación de Ciales. Allí, al frente de la plaza, se parqueaban los carros públicos, las guaguas de Pín López y allí se amontonaba el pueblo a charlar y a pasar chisme de boca en boca. La plaza se llenaba de gente noche tras noche, especialmente los sábados y los domingos.

La casa de Belén era la parte del centro de tres casas unidas por un balcón y separadas por dos paredes. Al lado izquierdo vivía su dueño, don Valentín Polanco, y a la derecha don Millo Reynes. La casa todavía existe aunque ha sido remodelada y también se le construyó una nueva estructura encima.

Ser telefonista era una responsabilidad única. Aparte de la confidencialidad, Belén tenía que enviar mensajes a las per-sonas que eran llamadas. Sólo la paciencia y la dedicación de una mujer como Belén, podía soportar tanto trabajo y muchas veces, majaderías. El sueldo era mínimo. Belén siempre tenía abonados en la casa, quienes además de aportar a su ingreso, la acompañaban.

El balcón de la casa de Belén se ase-mejaba a un palco de teatro. Por las noches, amistades de Belén se sentaban en el balcón a ver la gente pasear en la plaza. Si llovía, el balcón de Belén era un refugio gratuito.

Belén era muy querida por todo Ciales. Su generosidad no tenía límites y hasta a veces permitía hacer llamadas telefónicas a “credito”. Mi familia siempre mantuvo gran amistad con Belén y siempre era ella invitada a todas nuestras actividades sociales.

El tiempo pasó despacio y otras veces ligero. Poco a poco llegó el progreso y con él algunos cambios. Teléfonos privados empezaron a invadir el pueblo y el “teléfono público” pasó a la historia. Parte de mi sintió pena, pues Belén y su teléfono fue una institución cialeña. La otra parte racional de mi me decía que Belén, ya entrada en años de servicio, debía descansar. Belén se retiró de su trabajo y continuó viviendo en Ciales mucho tiempo después. Actualmente vive en Vega Baja, el pueblo de donde ella es oriunda.

Belén es parte de la historia de mi Ciales, y en cada viaje que doy a Puerto Rico, voy a visitarla.