Los Mallorquines: su Contribución al Desarrollo de Ciales *
 

Por Francisco C. Vicéns
 

En el 1956, mientras hacía el servicio militar en Francia con el ejército americano, tuve el privilegio de visitar a mis familiares en la isla de Mallorca durante una de las más felices vacaciones que haya pasado en mi vida. El conocer primos, tíos y otros parientes cercanos, tanto por parte de padre como de madre, visitar la antigua casa de piedra en Almallux donde se crió mi madre, el Santuario de Lluc, el pueblito de Sóller donde pasó su niñez mi padre, Palma, la Capital de Mallorca, Inca,  Manacor, en fin, toda la isla fue una experiencia inolvidable.Las comidas mallorquinas, los lugares visitados, las personas, el idioma, todo me era ligeramente familiar, aunque al mismo tiempo nuevo e interesante.

Cuando nos criábamos en Cordillera era lo más natural del mundo oir a nuestros padres hablando en mallorquín y escuchar infinidad de relatos sobre la vida y costumbres de Mallorca Se nos enseñaba a amar y a admirar la pequeña patria lejana sin menospreciar la nuestra. Todo lo mallorquín era una parte integral de nuestras vidas, lo que aceptábamos como niños al fin, sin percatarnos entonces de la importancia, tanto personal como cultural que esto tenía. Al pasar los años, cuando ya las canciones de cuna en mallorquín se nos han olvidado, vamos cobrando conciencia de lo que significó la cultura mallorquina, no sólo en nuestras vidas particulares, sino también en nuestra historia como pueblo. Comprendemos ahora que aunque somos descendientes directos de ese antiguo pueblo y llevamos en la sangre el ser mallorquines, somos primero que nada, puertorriqueños: otro pueblo y otra cultura distinta. Cultura sumamente joven la nuestra, apenas cinco siglos si contamos a partir del descubrimiento, comparada con cuarenta siglos que tienen a su haber los mallorquines, pero cultura propia y definida que no será fácilmente asimilada y destruida como pretenden algunos.

Hablemos un poco de Mallorca y del carácter de sus habitantes antes de pasar revista sobre los nombres y apellidos de mallorquines en Ciales. Mallorca es una isla de 3640 km cuadrados al este de España, en el Mar Mediterráneo. Es la mayor de la Baleares, aproximadamente una tercera parte del tamaño de Puerto Rico. Las otras islas principales del archipielago son Menorca, Ibiza y Formentera. El nombre “Balear” según algunos historiadores viene del griego “Balleo”, lanzar, con referencia a la habilidad de los antiguos baleáricos para tirar piedras con hondas. Estas eran usadas lo mismo para cazar conejos como para defenderse de los múltiples invasores que sufrieron a través de la historia.

La ubicación de Mallorca y de las otras baleares, las ha convertido en lugar de paso o asiento permanente de diferentes culturas durante sus cerca de cuatro mil años de historia: fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, judíos y finalmente, moros, dejaron una huella imborrable en Mallorca. El Rey Jaime I de Aragón invadió a Mallorca en el 1229 para liberarla de los moros, dejando allí un reinado que duró hasta el 1349 cuando pasó a ser una dependencia de la Corona de Aragón, fortaleciéndose así una infinidad cultural y política con Cataluña en la península.

El idioma mallorquín es muy parecido al catalán y al francés. Tiene sin embargo, una vasta literatura por lo que se le considera técnicamente un idioma y no un dialecto. Los mallorquines son sumamente regionalistas y orgullosos de su historia y de su raza. Acostumbrados durante siglos a una supervivencia dura, son trabajadores, frugales y metódicos. Gustan mucho de la vida familiar, de los bailes, la música y la alegría. Se parecen a nosotros en lo bulliciosos. Dejemos que una mallorquina nos describa el carácter de sus compatriotas.

Esperanza Mayol, en su autobiografía titulada Isla dice:
 

El mallorquín, en Puerto Rico equivale a decir sollerense, es una persona frugal y laboriosa, de gran inteligencia natural y de una persistencia enorme en sus propósitos. Es de naturaleza noble y servicial, aunque no es la generosidad su mayor virtud. Es básica-mente religioso, pero no muy devoto. A veces es muy reservado y en sus fueros internos un poco idealista y quijotesco. Es pasivo y paciente, pero si se le trata de engañar o humillar, se torna explosivo e iracundo y hay que tomarle temor, pero prontamente vuelve a su mansedumbre, porque no es rencoroso. Es ingenioso, progresista y despierto, aunque a veces no actúa siguiendo los dictámenes de la reflexión. En ocasiones da dema-siado interés al aspecto material de la vida y entonces se torna un poco egoísta. Es franco y sincero y posee una socarrona llaneza y una sutil ironía. Cultiva el ahorro y tiene una gran facilidad para adaptarse a los cambios de la fortuna.


Actualmente Mallorca es un paraíso turístico donde van a disfrutar de sus playas y su sol visitantes de todo el mundo especialmente de los paises más fríos de Europa y América. Es conocida por el sobrenombre de “Isla de la Calma” por su ambiente de paso lento, sosegado. Los mallorquines han elevado el turismo a nivel de arte ya que representa su mayor fuente de ingresos, aunque son magníficos pescadores, comerciantes, agricultores, artesanos y orfebres. Los puertorriqueños que nos hemos acostumbrado en los últimos años a gastar dinero a manos llenas, mayormente a crédito, deberíamos aprender de los mallorquines. Su pequeña isla, que no disfruta de ayudas gubernamentales como nosotros, se sostiene a base de trabajo duro, ingenio, frugalidad y ahorro.

En el siglo pasado los mallorquines prácticamente controlaban la economía de Ciales. Esperanza Mayol, quien en su autobiografía nos ofrece infinidad de detalles sobre la vida de los mallorquines emigrantes que se establecieron en el area de Arecibo, dice que la invasión americana trajo consigo la devaluación de la moneda en un cuarenta porciento, las partidas sediciosas y los ciclones, especialmente San Ciriaco, arruinaron las fincas de café dejando a muchos dueños de haciendas en muy mala situación económica. Por esta razón muchos mallorquines regresaron a su patria, aunque otros se quedaron a vivir en los pueblos de la zona cafetalera y continuaron luchando con el tesón de siempre, adaptándose a al nuevo régimen.

En el libro La Formación del Pueblo Puertorriqueño de Estela Cifre, se indica que había 884 mallorquines residentes en Puerto Rico en el siglo pasado, de los cuales 841 eran hombres y 43 eran mujeres. Según el citado libro, había en Ciales ocho mallorquines durante el siglo XIX, sin embargo, como veremos más adelante, hace cincuenta años había en Ciales muchos más. Entre los nombres y apellidos más conocidos están los siguientes: Juan Alberti, Gabriel Ferrer, Miguel Pastor, Antonio Vicéns Bernat, Lorenzo Joy, Pedro Mayol, Miguel Serra, Juan Vicéns Bernat, los hermanos José y Antonio Colom, José Colom Joy, Gabriel Garau, Juan Reynes, Jaime y Jorge Ferrer, José Vicens Arbona, Cristóbal Vicéns Bernat, Miguel Sureda, Juan Casellas, Antonio y Rosa Arbona, Catalina Arbona Fiol, José Nayol, Cristóbal Frau, Agustín Lopategui, María Mayol Bernat, Bernardo Soler, Jaime Pons, Alfonso Castañer Jose Marqués Ripoll, Bernardo Soler Vicéns, Guillermo Martorelí, Bernado Oliver, Jose Vicéns Magraner y Miguel Joy.

Había un doctor llamado Buenaventura Rupert que también era mallorquín. Hay otros apellidos en Ciales que también descienden de mallorquines, entre estos están: Amengual, Aulet, Ballester, Bennazar, Bibiloni Campos, Carbonell, Casanova, Corretjer, Crespí, Cosme, Dellá o Deyá, Domenech, Durán, Ferrá, Figuerola, Forteza, Fullana, Oliver, Padró, Palmer, Picó, Perelló, Relles o Reyes, Román y Sastre. Estos mallorquines y otros que puedan haberse escapado al recuerdo de las personas que nos proveyeron los datos, en su mayoría, se dedicaron a la agricultura y el comercio. Desarrollaron fincas y haciendas que dieron empuje a la economía de Ciales, junto a otras colonias de peninsulares de distintas partes de España.

Los mallorquines se reunían socialmente y trataban de mantener el idioma y las costumbres de su tierra, la música y los platos típicos, tal como hacemos los puertorriqueños que recordamos lo que somos cuando estamos lejos de la patria. Como lo hacían en Mallorca, criaban cerdos y hacían matanzas dos veces al año para preparar manteca, embutidos y sobreasada y criaban conejos y palomas para complementar la dieta. También tenían un horno de ladrillos para preparar pan, galletas, dulces y cocas. Algunas veces el horno se explotaba comercialmente. Tampoco faltaban los apiarios para cosechar miel de abejas.

En el barrio Cialitos, aún se conserva en funcionamiento la Hacienda de Pepito Colom, hijo de un mallorquín. La Hacienda de Pepito y la historia de las haciendas de café de Ciales merecerán un artículo separado en una edición futura de CIALES: AYER Y HOY.

Muchos de los descendientes directos de mallorquines que quedamos en Ciales todavía conservamos las relaciones con nuestros parientes en Mallorca y son ocasionales los viajes y las visitas mutuas cuando las circusntancias económicas lo permiten. Las recetas de platos mallorquines típicos, especialmente cocas, empanadas, enseimadas, pan, butifarrones, sobreasadas sopas de pan y guisado de conejo aún se conservan entre nosotros.

En la actualidad, sólo quedan tres mallorquines auténticos en Ciales, que sepamos. En el Barrio Cordillera vive la madre del autor de este artículo, doña Catalina Arbona Fiol, Vda. de Jose A. Vicéns Álvarez. Doña Catalina nació en el pueblo Inca aunque vivió su juventud en una finca llamada Aulalluc. Vino a Ciales en el 1920 al casarse con don José Antonio Vicéns, hijo también de un mallorquín, Juan Vicéns Bernat. Tuvo nueve hijos. A pesar de sus 84 años aún se conserva saludable y fuerte. Tiene muy buena mano para cultivar perejil, ingredientes indispensables para las cocas mallorquinas, las que hacemos con frecuencia.

En el sector la Línea del barrio Pesa-Jaguas vive don José Marqués Ripol con su esposa doña Mercedes quien es puertorriqueña. Tuvieron dos hijos. Don Pepe es natural del pueblo de Sóller, Mallorca y vino a Arecibo en el 1913. En el 1923 vino a Ciales donde ha vivido hasta ahora dedicándose siempre a la agricultura. Todavía, a pesar de sus años, se conserva fuerte y animoso y cultiva hortalizas en en un pequeño huerto casero como siempre lo han hecho los mallorquines.

En el barrio Pesas, vive doña María Mayol Bernat, viuda de don Pedrito Mayol. Nació en Biniarix, Sóller y vino a Ciales en el 1926. Se casó con don Pedrito Mayol (Q.E.P.D) puertorriqueño de descendencia mallorquina. No tuvieron hijos. Doña María está planeando volver a su querida Mallorca donde tiene una casa y familiares.

Deseamos pues, rendir homenaje en este número de CIALES: AYER y  HOY a los mallorquines, quienes dejaron su huella indeleble en nuestra cultura y nuestra historia contribuyendo así al desarrollo de nuestro pueblo.



* Editado por razones de espacio.
 
 Índice Año II, Núm. 2 (1983) 
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